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Memorias de la Alhóndiga, Pedro M. Tielve Cedillo. En el amanecer de la vida, II.

Seguimos con el relato de Pedro Manuel Tielve. En esta segunda entrega recordaremos los accesos que usábamos para “bajar al pueblo”, como decíamos cada vez que había que desplazarse al centro. Igualmente evocaremos los olores característicos de aquellos años, ¿a que olían las casas… las calles? Pedro nos lo transmite a la perfección en esta parte de sus memorias.

Para ir a la escuela, desde mi casa en Eugenio Serrano, yo utilizaba indistintamente, dos trayectos. El primero consistía en bajar a la explanada, que hoy es Tirso de Molina, y cruzar la vía del tren a la altura de las casitas que había en la calle Cervantes, para salir a Polvoranca. A esta altura, la vía tenía un «puentecito» para permitir el paso del agua, en caso de arroyada. En caso de poca pluviosidad, la lluvia era embebida por la tierra, aun sin asfaltar. Si la lluvia era copiosa, las aguas bajaban por Polvoranca y Jardines, hasta el sumidero que había a la entrada de la calle Arboleda. Este sumidero también recogía las aguas que bajaban, por la izquierda, por la calle Magdalena.

Al cruzar la vía por Cervantes, había que hacerlo con cuidado, por si venía el tren. Los trenes que pasaban eran de gasolina, como la locomotora que está junto a la boca del metro en la calle El Greco. Pero también pasaban los trenes de gran chimenea, que exhalaban al aire, su carga de humo.

Esta imagen corresponde a finales de la década de los 60. Se pueden distinguir las solitarias casitas que había en la calle Cervantes, cruzando la vía se llegaba a la calle Polvoranca. También se aprecia perfectamente la huerta que existía por aquel entonces y la huella perenne que dejaba la plaza de toros portátil que se colocaba en fiestas. El nº 4 corresponde a la Plaza del Ayuntamiento, el nº 11 a la Casa de la Cultura, el nº 5 al colegio Sagrado Corazón de Jesús y los nº 6 y 7 señalan el conjunto de los Escolapios. Fuente: Guía de la Provincia de Madrid, GETAFE. Diputación Provincial de Madrid, año 1975 Foto: Archivo Amalia Pascual Durá

Esta imagen aérea corresponde a la década de los 60. Se pueden distinguir las solitarias casitas que había en la calle Cervantes, cruzando la vía se llegaba a la calle Polvoranca. También se aprecia perfectamente la huerta que existía por aquel entonces y la huella perenne que dejaba la plaza de toros portátil que se colocaba en fiestas.
El nº 4 corresponde a la Plaza del Ayuntamiento, el nº 11 a la Casa de la Cultura, el nº 5 al colegio Sagrado Corazón de Jesús y los nº 6 y 7 señalan el conjunto de los Escolapios.
Fuente: Guía de la Provincia de Madrid, GETAFE. Diputación Provincial de Madrid, año 1975
Foto: Archivo Amalia Pascual Durá

Ya en la calle Polvoranca, teníamos a la derecha la huerta, que abarcaba hasta la calle Castilla. A mano izquierda había otra explanada, que abarcaba desde la vía, hasta la plaza Abogados laboralistas de Atocha. En esta explanada ponían la plaza de toros, de quita y pon. Desde esta explanada hasta la calle Leganés, y desde la vía, hasta la calle Concepción, esta superficie la ocupaba una fábrica de harina, o algo así. La calle Polvoranca, era un barrizal en los días de lluvia, pero cuando nevaba, la nieve se mantenía varios días, formando así una bella imagen que aún conservo en la memoria.

El otro trayecto para ir al colegio, consistía en subir por Buenavista hasta la vía del tren, y subir hasta la calle Leganés. En la calle Leganés había un paso a nivel con barreras. La caseta del guardabarreras, estaba construida con traviesas de madera de la vía, era pequeñita, y su chimenea echaba humo en invierno. Para bajar o subir las barreras, el guardabarreras accionaba una manivela, que hacía girar una rueda dentada, y mientras esto se producía, sonaba una campanita.

Antiguo paso a nivel en la calle Leganés. Al fondo se aprecia el desaparecido edificio de Ericsson. Fuente: Programa "Recuperando nuestra memoria", Ayuntamiento de Getafe, año 2007/2008 Foto: Aportada para dicho programa por Mª Pilar Martín Muñoz.

Antiguo paso a nivel en la calle Leganés. Junto a la barrera, que cortaba el tráfico mientras pasaba el tren, vemos la campana a la que hace referencia Pedro en su texto. Al fondo se aprecia el desaparecido edificio de Ericsson.
Fuente: Programa «Recuperando nuestra memoria», Ayuntamiento de Getafe, año 2007/2008
Foto: Aportada para dicho programa por Mª Pilar Martín Muñoz.

Volviendo al poder evocador que nos dan los olores. ¿A que olía la Alhóndiga en aquellos años sesenta?. A principios de otoño, en la Alhóndiga, como en el resto de Getafe, se empezaban a encender las chimeneas, pues todavía no se había popularizado el uso del gas butano. También se encendían los braseros de picón. Este olor característico envolvía el barrio. A veces, lo he podido percibir, en la actualidad, al pasar por el sector tres.

En las cocinas de las casas había lo que se llamaba «la placa», el horno de la placa, con leña o carbón, servía para cocinar y caldear la casa. Posteriormente se popularizó la estufa de gas butano: «Moraleja, compre una Agni y tire la vieja» o la Butater: «Estas como nunca, … Butater». Como digo, la placa se utilizaba para cocinar, bien en el horno, o bien en la placa. Allí ponía mi padre la leche recién bautizada que traía el lechero, entonces sí que sabía la leche a leche, a que subiera sus aconsejados tres hervores. También se podían asar patatas, que era una buena opción para merendar.

A mediodía, en aquella época, la Alhóndiga olía a cocido. Era el plato estrella, con sus tres vuelcos, dejaba en el aire un olor inconfundible. También había otros guisos, de gratos recuerdos para el olfato y el paladar, como eran las alubias, blancas o pintas, con chorizo; Las patatas con bacalao, etc.; Y los domingos paella. En casa de mis abuelos, que vivían cruzando la vía, mi abuela preparaba un arroz caldoso, que estaba para chuparse los dedos. Con razón dice un dicho: «El arroz caldoso, es el más sabroso».

En la foto, Pedro Manuel junto a su madre, Elvira y su hermano, Rafael, en una escena cotidiana de aquellos años. A la derecha el barreño de zinc que tan útil resultaba: bañera, fresquera, lavadora... Foto: Archivo Pedro M. Tielve Cedillo, año 1965

En la foto, Pedro Manuel junto a su madre, Elvira y su hermano, Rafael, en una escena cotidiana de aquellos años. A la derecha el barreño de zinc que tan útil resultaba: bañera, fresquera, lavadora…
Foto: Archivo Pedro M. Tielve Cedillo, año 1965

En Semana Santa, el olor era, al típico potaje de cuaresma, y las torrijas. Mi madre las hacía con un poquito de anís, aunque yo prefería las que preparaba mi abuela de tipo más tradicional.

Mi madre era muy religiosa, y por esa razón, íbamos a misa todos los domingos. Por aquella época yo quería ser sacerdote.

En Nochebuena, mi padre preparaba un chicharro al horno, que estaba delicioso. Y es que no teníamos para comprar besugo. Aun así, fueron las navidades más felices de mi vida.

Pedro M. Tielve Cedillo.

Getafe, 30 de Diciembre de 2.013.

Continuará…

2 comentarios el “Memorias de la Alhóndiga, Pedro M. Tielve Cedillo. En el amanecer de la vida, II.

  1. Pedro, me ha encantado. Será porque me identifico con los paisajes y con los aromas que describes. Sigue escribiendo, sigue alimentando nuestra memoria.

    • Gracias Ángel. Sin duda, Pedro está consiguiendo que recordemos cosas que teníamos en el fondo de la memoria. Estamos seguros que esto animará a nuevas colaboraciones.

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