Hoy 14 de abril se cumplen 83 años de la proclamación de la II República. En aquel tiempo la Alhóndiga apenas contaba con algunas casas y se conocía como el Barrio de Barrachina. Nos ha llegado un texto, que por su interés publicamos porque, sabiendo como se las gastaban los vecinos de nuestro barrio, es muy posible que alguno participara en la “celebración” que se organizó en aquellos días de 1931. No entramos en juzgar los hechos, nos interesa más conocer la historia de aquel humilde personaje y reparar el daño que le ocasionó su osadía.
Vaya desde aquí nuestro recuerdo a uno de nuestros vecinos.

Fachada del antiguo ayuntamiento de Getafe.
En primer plano el balcón al que hace referencia el texto que acompañamos. La imagen es de los años 60 pero el edificio es el mismo que se cita.
Esta es una crónica del tiempo de la segunda república y está basada en hechos reales, para no vulnerar el derecho a la intimidad, se han cambiado los nombres, eso sí, siempre ajustándose a los hechos según los relatos de nuestros mayores.
EL TIO PERRA CHICA
Getafe, 14 de abril de 1931. Acababa de proclamarse la segunda república, la gente estaba eufórica y se aglutinaba en la plaza del Ayuntamiento, las señoras acudían en grupos a la plaza y se concentraban vociferando cánticos a favor de la república y en contra de la monarquía.
Algunos tomaron el Ayuntamiento y, desde el balcón de la primera planta, lanzaron todo tipo de objetos, entre los que se contaban los cuadros con la foto de la efigie de Alfonso XIII y todas aquellas cosas que, de alguna manera, recordaban cualquier tiempo pasado relativo a la monarquía.
Enseguida vieron las amas de casa allí concentradas, la forma de darle utilidad a los gruesos y doraros marcos de las fotos. Había mucha necesidad y la gente se los llevaba pensando que serían un buen combustible para sus fogones.
La euforia se hizo patente en todos los sectores.
Cuando Juan, nuestro protagonista, supo que la República defendía la jornada de trabajo de 8 horas diarias y animaba a los ciudadanos para que denunciaran aquellos casos de explotación que se saltaran la norma, denunció a su patrón y el asunto acabó en los tribunales.
Quiso que se hiciera justicia con él. Desde muy joven, trabajaba de gañán, de sol a sol, las tierras y huertas de su patrón.
Celebrado el juicio, no tardó mucho en salir la sentencia favorable a Juan.
El Juez estimó que su patrón debía indemnizarle con 3.500 pesetas por la diferencia de horas trabajadas, en concepto de horas extraordinarias. -Una pequeña fortuna en aquellos tiempos para la maltrecha y ajustadísima economía de la familia de Juan-.
Juan se sintió feliz, y, con el ánimo por todo lo alto, volvió a su casa, abrazó a Dolores, su esposa, e hicieron planes para gastar el montón de cuartos de la indemnización.
Pero como dice el dicho “poco dura la alegría en la casa del pobre”, pronto, muy pronto, se vería víctima de un buen calvario a cuenta de este asunto.
Cumplido el término del tiempo para recursos, la sentencia de hizo firme y el juez ordenó su ejecución. En 8 días su patrón debería entregarle las 3.500 pesetas.
Juan fue a casa del patrón el día acordado y a la hora señalada.
El patrón era de ese tipo de gente es mala y vengativa y al saberse obligado sin más remisión al pago de la indemnización, no hizo otra cosa que conseguir las 3.500 pesetas en monedas de cinco céntimos, (perras chicas).
Cuando Juan llegó a cobrar su indemnización se encontró con un saco que contenía las 3.500 pesetas en monedas de cinco céntimos y al déspota de su patrón invitándole con toda la malicia y chulería que os podéis suponer a llevárselo, eso sí, previo su recuento. “¡cuéntalo! -le decía con perversa inquina-, ¡cuéntalo!, ¡no vaya a ser que falte algo!”.
Evidentemente Juan, -abatido por rabia-, no quiso contarlo, no quiso darle el gusto a su patrón de proporcionarle un placentero y ridículo espectáculo-, pero tampoco pudo llevárselo en aquél primer encuentro. Tuvo que volver a su casa y regresar más tarde pertrechado de una carretilla, en la que cargó el dichoso saco. -no sabemos si después llegó a contarlo-.
Cuando llegó a su casa, se encontró a Dolores llorando. –a Dolores le había dado tiempo a reflexionar sobre aquella maliciosa forma de pago y sopesar las consecuencias-.
Ni que decir tiene, que a partir de aquella sentencia, los demás patronos se confabularon para negar el trabajo a Juan y a cualquiera que osara reivindicar justicia en materia laboral.
El calvario empezó en los días siguientes, cuando Dolores, acompañada de marido, iba a realizar las compras de suministros para la casa. Al verse obligada a pagar todo con las monedas de cinco céntimos, enseguida comenzaron los rumores y pronto pusieron a Juan el mote de “el tío perra chica”.
La señora iba a comprar huevos, pues allá soltaba su “puñao” de perras chicas; que compraba carne, pues otro “puñao” y así, tuvo que pasar el vergonzoso calvario de tener que soportar a diario las sonrisas maliciosas y los comentarios y rumores de sus convecinos.
Como pudo, con parte de aquel dinero, -ignoro si consiguió cambiar parte de aquella calderilla en algún banco-, compró un solar en la calle de Leoncio Rojas, en la que inició la construcción de una pequeña chabola de adobe, edificación que nunca terminó por la falta de ingresos al no tener trabajo.
Esto, tan gracioso para el patrón, marcó la vida de Juan, quien tuvo que irse de Getafe a buscar trabajo en otras zonas agrícolas.
Perdimos injustamente a un buen vecino y un buen hombre.
Como veis no todo fue bonito en Getafe.
No he querido reflejar los nombres de los patronos porque sus familias aún siguen viviendo en Getafe y este humilde cronista, al contrario que aquel patrón, no quiere hacer pasar vergüenza a nadie.
El duende ignorante.
14 de abril de 2014
Extraordinario relato, escrito de forma extraordinaria…
Mis felicitaciones más efusivas…
Alfonso, muchas gracias por el comentario, nos alegra que te guste y te invitamos a participar en el momento que lo estimes oportuno. Saludos.
Todo lo que leo sobre Getafe lo leo con un interés y una emoción que no siento casi con ninguna otra cosa.Es mi barrio,donde nací y donde pasé una infancia muy feliz.Me fui de allí con nueve años ,a finales de los 90, pero no lo olvido para nada.Precisamente por estar más lejos me siento más cerca.
Gracias.
Muchas gracias por tu comentario Laura. Este blog lo construimos entre todos y todas los que llevamos a Getafe en el corazón y en particular el barrio de la Alhóndiga. Seas de donde seas, estás invitada a participar con tus recuerdos y vivencias. Saludos.