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Calle Alonso de Mendoza. Manuel de la Peña R. Martín.

Mucho ha cambiado el barrio de la Alhóndiga desde que Manuel de la Peña, cronista oficial de Getafe, recogiera en sus libros “Las calles tienen su historia” tomos I y II, la historia de algunas de nuestras calles. Aun así nos ha parecido interesante recoger en nuestro blog lo escrito por el autor en aquellos años ya que forma parte de nuestra historia e, igualmente, ayudará a situarnos en lo que fue el barrio y los cambios que se han producido hasta la fecha.

Vaya desde aquí nuestro agradecimiento póstumo al autor ya que, gracias a sus libros, podemos conocer la historia y costumbres de nuestro querido Getafe.

 

Placa actual de la calle Alonso de Mendoza. En la plaza figura como calle pero todos la conocemos como el Paseo Alonso de Mendoza o simplemente "el paseo". Foto: Manuel García Gutiérrez.

Placa actual de la calle Alonso de Mendoza. En la plaza figura como calle pero todos la conocemos como el Paseo Alonso de Mendoza o simplemente «el paseo».
Foto: Manuel García Gutiérrez.

 

Calle Alonso de Mendoza

Es una de las más importantes del Getafe moderno. Discurre paralela al paseo de los Reyes Católicos, sirviendo de unión al barrio de El Greco con la antigua Alhóndiga. Hasta su conversión en calle peatonal, hace unos años, ésta se convirtió en el paso obligado de los transportes de todo el barrio, que ha quedado convertido en un verdadero galimatías circulatorio que sólo entienden sus propios vecinos.

Vecinas paseando por la calle Alonso de Mendoza en el año 1970. Al fondo el cruce de las calles Almagro y Perdiz. Foto: Archivo familia Avilés Cano.

Vecinas paseando por la calle Alonso de Mendoza en el año 1970. Al fondo el cruce de las calles Almagro y Perdiz.
Foto: Archivo familia Avilés Cano.

 El nombre de la calle corresponde al fundador del hospital de San José, Alonso de Mendoza, mayordomo del arzobispo Alonso Carrillo de Albornoz, que le hizo alcalde de su castillo de Bonilla de la Sierra. El hospital que fundara, restaurado recientemente, fue situado en su propia casa, que ocupaba una amplia zona entre las calles de la Magdalena, la actual del Hospital de San José y la de Madrid.

Cuando el barrio de la Alhóndiga dejó su carácter típico de casas bajas, casi todas ellas construidas por sus mismos moradores, y empezaron a surgir las torres de las urbanizaciones a filo de la carretera, vinieron a Getafe un gran número de vecinos que sólo utilizaban su residencia como verdadero dormitorio, ya que la proximidad de la carretera era un continua tentación para sus desplazamientos a Madrid.

La calle Alonso de Mendoza en el año 1970. Al fondo la Plaza Tirso de Molina. Foto: Archivo familia Avilés Cano.

La calle Alonso de Mendoza en el año 1970. Al fondo la Plaza Tirso de Molina.
Foto: Archivo familia Avilés Cano.

La creación de los colegios Francisco Franco y Ciudad de Getafe, la urbanización de la plaza de Tirso de Molina y la galería comercial, hizo que sus gentes se afincaran con interés, creándose un verdadero sentido peculiar del barrio que lo diferencia del resto de Getafe. Posteriormente, la urbanización de sus calles adyacentes y la construcción de las iglesias de Fátima y San Rafael, verdaderos centros neurálgicos de la vida del barrio, logró dar una importancia vital a esta vía getafense.

Hoy, tras el arreglo para convertirla en peatonal, ha conseguido que sea el lugar preferido para la concentración de los muchos estudiantes que la patean a diario o el centro de recreo de la chiquillería. También logró desesperar a los comerciantes establecidos en las calles transversales, que vieron como esta remodelación dejó aisladas sus tiendas, teniendo que cerrar algunos de ellos.

Paseo Alonso de Mendoza en el año 1970. Al fondo, el bloque de la calle Almagro en construcción. Foto: Archivo familia Avilés Cano.

Paseo Alonso de Mendoza en el año 1970. Al fondo, el bloque de la calle Almagro en construcción.
Foto: Archivo familia Avilés Cano.

Dentro de las curiosidades anecdóticas de la calle está la distracción que suponía para los vecinos los cursos de natación que se daban en la piscina del colegio, ya que desde la altura de las balconadas podían contemplar todo lo que allí se realizaba. Incluso este tipo de observación sirvió para acabar con una plaga de jovenzuelos que utilizaban las aguas de aquella piscina para sus peculiares fiestas nocturnas que irritaban a los vecinos.

Fuente: Manuel de la Peña Rodriguez-Martín

Las calles tienen su historia, Siglo XX, Tomo 2

Ayuntamiento de Getafe, 1999

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